martes, 18 de marzo de 2014

Octavas de encuentro

Sujeto entero, recto y prolijo,
no lleva más que colores neutros.
Tan tímido, tan callado.
Inhibe, por su mirada profunda,
a quien lo roza y observa.
Continúa siempre allí,
parece que espera.
Me siento a su lado, lo miro,
lo contemplo.
Y, sin querer, lo toco.
Comienzo a escucharlo,
tiene ganas de cantar.
Acompaña el movimiento de mis manos que,
ansiosas, se desprenden del presente,
se mueven gracias al recuerdo.
Momento que sólo dura unos minutos,
que cambia sus colores antes neutros,
por otros diferentes según su canción.
Quiero que sea machista, que
maneje cada uno de mis movimientos,
que me domine y me haga llorar.
Que sólo me haga feliz al terminar,
al concluir, al acabar.
Me paro, me deja, se queda,
me voy.
El piano no reclama atención,
está siempre allí.
Depende de mí, dependo de él.
Se hace desear, se hace querer.

(1/5/13)

No hay comentarios:

Publicar un comentario