martes, 18 de marzo de 2014

XVII

Pareciera que a partir de
abril, desde su alma,
la alondra cantó.

Que ese aire sonoro respiramos y,
como astas de enormes remolinos,
sus dedos nos dejaron
una sublime caricia.

Nos vimos entre farolas e
inalcanzables esquinas,
corriendo como rebeldes, como cautivos,
tomando caminos ingenuos.

En lo hondo del suburbio más real,
estaba la leyenda de lo adorable,
por momentos despeinada, que
abusaba de colores.

Colores que se recogen de 
incendios, en los días y
las siemprenoches.

(14/6/12)

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